![Una aberración](http://www.elancasti.com.ar/u/fotografias/m/2014/9/4/f300x0-13503_13521_15.jpg)
el ancasti.com.ar/05 de septiembre de 2014
La crónica periodística indica que una niña de 12 años, por propia
voluntad, se presentó el pasado martes ante el Juzgado de Menores para
denunciar maltrato, físico y verbal, por parte de su madre y su
padrastro.
El hecho llama la atención, no porque se desconozca la existencia
de violencia intrafamiliar contra menores, sino porque habitualmente no
son las propias víctimas las que toman la decisión de pedir ayuda
institucional para frenar el abuso y, consecuentemente, castigar a los
que perpetran el daño, ya sea físico o psicológico, los cuales
comúnmente van de la mano.
En los casos más graves, donde la agresión física es sistemática y
violenta, cabe apuntar que los padres victimarios pueden ser castigados
penalmente.
Sin juzgar este caso en particular, que la Justicia deberá
investigar, resulta saludable que los casos de violencia contra los
menores de edad tomen estado público.
Es que, de acuerdo con las
estadísticas que se manejan a nivel nacional, el 90 % de los
casos de maltrato o violencia infantil no se denuncia.
Uno de las causas es, lógicamente, el temor de los niños a hacer
conocer, no ya a la Justicia, sino ni siquiera a personas de su entorno
afectivo, el padecimiento al que son sometidos. Pero también es un
factor desencadenante de la violencia infantil, y de que ésta no sea
castigada institucionalmente, una preocupante naturalización que de ella
hay desde el punto de vista social y cultural.
Quizás no en casos extremos, pero los menos graves de violencia
física contra los niños son justificados y legitimados como parte
constitutiva de la crianza de los hijos. Algunos estudios señalan que
6 de cada 10 padres creen que aplicar un "correctivo”, eufemismo
por violencia física, contra los chicos contribuye a su educación.
Es habitual observar en las redes sociales cómo se proclama la
necesidad de aplicar violencia física en el proceso de crianza porque,
presuntamente, los límites sólo pueden establecerse de esta manera.
Un problema adicional es que el maltrato –físico o psicológico-
tiende a reproducirse generacionalmente. Es decir, el hijo maltratado
suele convertirse, más temprano que tarde, en padre maltratador. "La
historia de la propia infancia se considera uno de los factores de más
alto riesgo en las posibilidades de llevar adelante adecuadamente la
educación y la crianza de los hijos”, señala María Inés Bringiotti, que
integra la Asociación Argentina de Prevención del Maltrato
Infanto-Juvenil (ASAPMI).
Por su parte, Ennio Cufino, representante en la Argentina de
UNICEF, opina que "el castigo disciplinar no es una opción válida para
educar, y generalmente es proporcional al nivel de stress y ansiedad de
los adultos y no a la seriedad de los actos que hizo el chico o la
chica”.
La visión que justifica y naturaliza la violencia contra los niños
es, en realidad, una aberración. Las buenas personas no se forman a
golpes, sino a través del buen trato, el diálogo y el ejemplo. Y un buen
modo de construir una sociedad menos violenta es evitar el abuso de
poder por parte de los padres.
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